María Cappa desde Madrid, España como corresponsal de Infobae comenta: Puede ser complicado creer que una persona que vive de jugar al fútbol, que gana mucho dinero por año y a la que muchos consideran un héroe pueda sufrir depresión o ansiedad. Sin embargo, la realidad nos dice que el porcentaje de jugadores de fútbol que lidia con problemas de salud mental es igual o superior al de la media de la población, que se sitúa en el 25%.
Son conocidos los casos de Matías Almeyda o Jonathan Cristaldo, en Argentina, de los españoles Jesús Navas, Bojan Krkic y Andrés Iniesta –quien hace poco admitió en un programa de televisión que había lidiado con una depresión cuyo origen no terminaba de tener claro- o el del zaguero alemán, Per Mertesacker, quien confesó en el Der Spiegel que vomitaba antes de los partidos debido a la presión que sentía al jugar. Es solo una muestra de una realidad que siempre ha existido, pero sobre la que recién comienza a eliminarse el tabú.
Una vez identificado el problema, el futbolista tiene que enfrentarse a lo más complicado: pedir ayuda. El 24 veces internacional con Gales y ex centrocampista de equipos como el Birmingham o el Swansea, David Cotterill, se retiró en 2018 con apenas 30 años. El pasado mes de septiembre, en una entrevista con la BBC, contó que padece depresión desde su adolescencia, que había intentado suicidarse en varias ocasiones.
La realidad nos dice que el porcentaje de futbolistas que lidia con problemas de salud mental es igual o superior al de la media de la población, que se sitúa en el 25%. En todos ellos hay factores comunes: la predisposición biológica, vivir en un entorno marginal o de pobreza extrema, la pérdida de un hijo… El fútbol, además, tiene sus propios disparadores.
Saber cuál será el siguiente paso en su carrera es uno de los disparadores comunes a todos los futbolistas. La investigación de Ricard Pruna incide en el hecho de que a un jugador de 27 años ya se lo considera "veterano" y a los 35 años, si aún no se ha retirado, "viejo". Es cierto, según indica el informe, que "a partir de los 30 uno empieza a estar más lento y tarda más tiempo en recuperarse de un partido". Además, los clubes comienzan a buscar reemplazos más jóvenes y se reducen las probabilidades de que un equipo te quiera, por lo que la angustia, los miedos y la inseguridad comienzan a aparecer. El proceso que tiene que atravesar el futbolista desde lo psicológico es similar al de las fases del duelo y que es frecuente que se resienta su autoestima y que surjan el miedo a una nueva lesión o la incertidumbre por su futuro.
Otro de los grandes obstáculos que un jugador tiene que superar es el de su retirada. Retirarse implica, sobre todo, aislamiento.
Desde los ocho o nueve años el futbolista está acostumbrado a tener una dieta equilibrada, una rutina de entrenamientos, a compartir su vida con sus compañeros y a tener objetivos constantes. Todo esto, de un día para el otro, desaparece y da lugar a la soledad, la frustración, la incertidumbre y la angustia lo que, en muchos casos, puede derivar en severos problemas mentales.
Aunque sea lo contrario de lo que uno quiere hacer, el primer paso para lidiar con una dolencia mental es hablar, y para ello -explica el doctor Gouttebarge- hay que erradicar el estigma: "Para que cada vez más gente se conciencie de que este tipo de problemas son comunes en el deporte profesional, hay que normalizarlo y, en este sentido, es muy positivo que los medios publiquen cada vez más artículos al respecto" . "En lo que se refiere al apoyo al jugador, son los clubes y las asociaciones de futbolistas los que deben tener un papel predominante porque son los que están en permanente contacto con él". Por tanto, "los clubes deberían contar, dentro del equipo médico, con un orientador psicólogo o un psiquiatra independiente en el que el jugador pueda confiar".
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